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viernes, 27 de mayo de 2011

LA PINTURA BARROCA

Características

La pintura barroca se aleja del elitismo manierista en busca de una expresión más didáctica. Es una pintura realista, naturalista, que dota al cuadro de contenido sugerente, formas ensoñadoras, poesía y evocación de lo antiguo, exceptuando los interiores holandeses. Las obras barrocas están dotadas de un profundo naturalismo. El pintor barroco plasma la realidad tal y como la ve, con sus límites imprecisos, sus formas que salen y entran, los objetos de primer plano intrascendentes, los escorzos y las posturas violentas, y las composiciones diagonales que dan a la obra gran dinamismo.
Durante este período artístico la pintura adquiere un papel prioritario dentro de las manifestaciones artísticas. Siendo la expresión más característica del peso de la religión en los países católicos y del gusto burgués en los países protestantes.
Mientras que la dinámica del espacio, la visión de las escenas en profundidad, la estructuración de las composiciones mediante diagonales y la distribución de manchas de luz y de color, configuran el espacio como algo dinámico, donde los contornos se diluyen y las figuras pierden relevancia frente a la unidad de la escena. El color, la luz y el movimiento, son los elementos que definen la forma pictórica.
La pintura barroca holandesa y de Flandes es heredera directa de la flamenca, tiene un lenguaje más burgués, que le diferencia del lenguaje cortesano del resto del mundo.
El barroco admite una gran variedad de temas y técnicas, propaga los valores de la Contrarreforma, el absolutismo y la burguesía. Se recrea en los espacios abiertos, predomina el color y la luz sobre el dibujo, y busca los efectos de contraste que producen las luces y las sombras, con una técnica que se llamará tenebrismo. La pincelada suele ser larga y flexible. Frecuentemente utiliza la perspectiva aérea para dar profundidad al cuadro.
Se acude a los temas religiosos, escenas de santos, mitológicos y el retrato, tanto el individual como el de grupo, que aparece ahora. El paisaje humanizado cobra importancia por sí mismo (marinas, vistas rurales, etc.), y surge como tema nuevo el bodegón, sin presencia humana. Se desarrollan nuevos géneros como los bodegones, paisajes, retratos, cuadros de género o costumbristas, así como se enriquece la iconografía de asunto religioso. Existe una tendencia y una búsqueda del realismo que se conjuga con lo teatral y lo efectista.
No se entiende la pintura barroca sin hacer referencia a dos estéticas diferentes: el tenebrismo y el eclecticismo o clasicismo. El tenebrismo consiste en el choque violento de la luz contra la sombra. Da a las obras un rabioso naturalismo. El fondo queda en penumbra, o desaparece, mientras que la escena queda en primer plano. El eclecticismo trata de salvar el gusto clásico dentro de la nueva estética. Si en el tenebrismo se aboga por el naturalismo en el eclecticismo se hace por el idealismo. Esta es la estética que triunfa dentro de la Iglesia Católica, ya que es la más apta para exaltar a la Iglesia. Se trata de una estética decorativa efectista y teatral.

La pintura barroca en Italia

En Italia se desarrolla ante todo una pintura religiosa y decorativa, con una figura clave, Caravaggio.
Michel Ángelo Merisi, Caravaggio, es el creador y divulgador del tenebrismo, un gran genio de la pintura universal. En sus cuadros encontramos los mejores ejemplos de tenebrismo y del rabioso naturalismo que implica. Es un pintor independiente y rebelde que influye en todos los grandes pintores de su tiempo, aunque no crea una escuela. Utiliza los modelos que le presenta la realidad, incluido lo feo; y lo grotesco. Entre sus obras destacan el Martirio de san Mateo, en el que acentúa los rasgos del personaje gracias al tenebrismo: San Jerónimo, Cesto de frutas, Baco adolescente, etc. Ignora el paisaje de fondo, el problema del espacio y la perspectiva. Entre sus temas se encuentran los bodegones y las naturalezas muertas, pero sobre todo el hombre, del cual trata de captar su psicología.
La escuela de los Carracci es la representante del eclecticismo, mucho más clásico y por lo mismo más aceptada por el poder. La escuela se instala en Bolonia y creará la Academia de Bolonia, la primera Escuela de Bellas Artes. Para ellos el paisaje es el gran protagonista. A esta escuela pertenecen Ludovico Carracci, el fundador de la escuela, junto con Agostino Carracci: Última comunión de san Jerónimo, y Aníbal Carracci: galería del palacio Farnesio. De esta escuela saldrán grandes pintores como Guido Reni: El bautismo de Cristo, Francesco Albani: decoración de diversos palacios en Roma, Doménico Zampieri, el Domenichino: Diana cazadora, y Francesco Barbieri, el Guercino: Abraham expulsa a Agar y a su hijo.
En casi todas las repúblicas italianas encontramos grandes pintores. En Nápoles trabajan Giovanni Batista Cariacciolo, el Batistello: San Cosme y san Damián; Massimo Stanzioni: Degollación del Bautista, y Mattia Pretti: El agua de la peña. Todos influidos por Caravaggio, que vivió allí. También napolitano es Lucas Jordán aunque trabaja fundamentalmente en España: Cristo expulsando del templo a los mercaderes. Por Roma pasan todos los grandes pintores, pero aquí no hacen escuela. De tendencia tenebrista encontramos a Horacio Gentileschi: La Sagrada Familia con santa Catalina, y Bartolomeo Manfredi. De tendencia ecléctica están Andrea Sacchi: Visión de san Romualdo, y los grandes muralistas, entre los que destacan Pietro de la Cortona, otro de los grandes pintores del barroco (no confundir con el arquitecto Pietro di Cortona, que también pinta). Trabaja, fundamentalmente, sobre grandes muros y bóvedas. Su pintura se caracteriza por un brillante colorido, su agitación y sus forzados escorzos: Afrodita y su hijo Eneas; y Andrea del Pozo: Triunfo de san Ignacio. En Florencia trabaja Carlo Dolci: David con la cabeza de Goliat. Y en Milán lo hace Giovanni Batista Crespi: La comunión como viático.
En Venecia, durante el siglo XVII, sólo encontramos a Domenico Feti: La parábola de los talentos. Pero en el siglo XVIII trabajarán aquí algunos grandes pintores, que traspasan la frontera del barroco para entrar en el rococó, como Sebastián Ricci: Los santos ruegan a la Virgen por las almas del purgatorio, Gian Battista Piazzetta: que transforma el tenebrismo ya que colorea las zonas obscuras: La adivinadora. Pero sobre todos está Gian Battista Tiépolo, con sus sonrisas y su luz etérea y plateada: Abraham y los tres ángeles. Tiépolo trabaja en Madrid donde decora el salón del trono del Palacio Real. En estos momentos en Venecia toma carta de naturaleza el paisaje urbano. Luca Carlevaris forma una escuela de grandes paisajistas. Entre ellos destacan Antonio Canal, Canaletto: Paisaje de Venecia, y Francesco Guardi: Paisaje con ruinas antiguas.

La pintura barroca en España

En España, el barroco supone el momento culmen de la actividad pictórica, destacando sobre un magnifico plantel de pintores, la genialidad y maestría de Velázquez. El barroco es para España la época de oro de la pintura. El tema principal es el religioso, ya que España es la campeona de los valores tridentinos. La Iglesia es el gran mecenas de artistas, junto con la Corte, por lo que los temas religiosos dominan sobre todos. Los pintores españoles conocen el arte europeo más que por los viajes porque muchos de los grandes artistas trabajan en algún momento en España. Su técnica preferida es el óleo, aunque utilizan todas. Al igual que en Italia, la pintura se debatirá ente el tenebrismo y el eclecticismo. En el siglo XVIII triunfarán los modelos flamencos más coloristas, aunque no hasta llegar al rococó. Seguirá habiendo dos grandes centros Madrid, por la Corte, y Sevilla, la puerta de América, aunque aparecen centros secundarios como Valladolid, Toledo, Valencia y Badajoz. Distinguiremos tres escuelas: la valenciana, la andaluza y la madrileña.
La escuela valenciana está muy influida por el tenebrismo de Caravaggio, por el puerto de Valencia entran en España los cuadros italianos destinados a las colecciones reales. Destacan Francisco de Ribalta, que es el primer gran pintor español que acepta los supuestos barrocos de Caravaggio: Cristo abrazando a san Bernardo, San Bruno, San Francisco abrazando al Crucificado, La Sagrada Familia; José de Ribera trabaja en Italia, donde le llaman el Spagnoletto. Es uno de los grandes pintores del momento. Al principio sus cuadros son muy tenebristas, pero con el tiempo va aclarando su paleta: San Andrés, Martirio de san Bartolomé, El patizambo, Arquímedes, El sueño de Jacob.
En la escuela andaluza son frecuentes los temas mitológicos y el de la Inmaculada, por sí sola pone a la pintura española como referente del arte universal. Entre sus pintores destaca Francisco de Zurbarán, que es uno de los pintores geniales del periodo. Trabaja fundamentalmente para la Iglesia, por lo que su tema más recurrente son los frailes y las monjas. Trata de conmover desde la sencillez. Es un pintor adicto al tenebrismo, con el que consigue modelados muy plásticos. Tiene cuadros como La Inmaculada Concepción, Bodegón, Santa Catalina, San Hugo en el refectorio de los cartujos, Autorretrato. Alonso Cano es otro de los grandes pintores, también arquitecto y escultor. Se forma en Sevilla junto con Velázquez. Utiliza, en sus obras, el tenebrismo, pero rehuye el realismo y opta por el idealismo de la escuela de Bolonia. Pinta: La vida de la Virgen, La anunciación, Virgen con el Niño. Bartolomé Esteban Murillo es otro de los grandes genios de la pintura. Trabaja en Sevilla junto a Zurbarán. Sus composiciones son sencillas, las figuras se recortan en el cielo con fondos vaporosos. Impone el modelo de Virgen con el Niño y de Inmaculada: Niños comiendo sandía, Los niños de la concha, La Inmaculada Concepción, La adoración de los pastores. Juan de Valdés Leal es otro de los grandes pintores del arte barroco. Sus obras se caracterizan por la pasión y el movimiento, el predominio de lo macabro, los colores brillantes y los efectos tenebristas: Tentaciones de san Jerónimo, Las postrimerías. Otros pintores son Juan de Roelas, Francisco Herrera el Viejo y Francisco Pacheco, maestro de Velázquez.
En la escuela de madrileña trabaja Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, que es, probablemente, el pintor más genial de todo el período. Velázquez viaja a Italia y es pintor de la Corte, lo que le libera de la servidumbre del mecenazgo religioso. Recibe la influencia de Rúbens. Hace grandes avances técnicos, como la resolución de la perspectiva aérea. Pinta temas mitológicos, aunque alegóricos, como La fragua de Vulcano, y temas históricos como La rendición de Breda. Retrata a la familia real y a su corte, junto con sus bufones. En estos retratos consigue plasmar toda la profundidad psicológica del personaje. También pinta cuadros de gran complejidad compositiva, como Las hilanderas o Las meninas. Otras obras importantes suyas son los retratos del Papa Inocencio X, Felipe IV cazador, La dama del abanico, El bufón Pablo de Valladolid, y cuadros como La Inmaculada, El Cristo crucificado, La vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla, El triunfo de Baco o La venus del espejo. Junto a él trabajan los pintores de la Corte, como fray Juan Sánchez Cotán, Juan Carreño de Miranda: Carlos II, Claudio Coello; La Sagrada Forma, o Juan Bautista Mazo.

La pintura barroca en Francia

En Francia, la pintura es sobre todo mitológica y retratística, con Poussin como su mejor exponente. La pintura francesa tiene un carácter más clásico y cortesano. Aquí trabajan Georges de La Tour, que pinta tanto temas religiosos como profanos. Su pintura se caracteriza por los volúmenes planos y geométricos, y por el estudio de la luz a la manera tenebrista: San Jorge carpintero, La riña de mendigos, Job reprendido por su mujer, La Magdalena.
Los hermanos Antoine le Nain, Louis le Nain y Mathieu le Nain aportaron a la pintura la inocencia rural, de donde procedían, y los personajes humildes, captados con sus defectos y sus virtudes: La comida del campesino, La fragua.
Nicolás Poussin estuvo más influido por el eclecticismo de la escuela de Bolonia. Encuentra su inspiración en las formas clásicas. Tiene interés por el paisaje, al que hace protagonista de la escena: Martirio de san Erasmo, El rapto de las sabinas, Bacanal.
Claudio Lorena se caracterizada por la importancia del paisaje y la expresividad poética, los ambientes luminosos y los elementos atmosféricos. Pinta escenas naturales con ruinas clásicas en las que hay pequeños personajes: El desembarco de Cleopatra, El embarque de santa Úrsula.
Tiene especial importancia la pintura cortesana de retratos fríos que prescinden de los rasgos personales para plasmar la categoría social. Entre los retratistas destacan Felipe de Champagne: Luis XIII, Mazarino, Richelieu, Luis XIV, y retratos colectivos. La Corte también demanda pintura decorativa para sus palacios. Destacan Simón Vouet: Alegoría de la riqueza, Charles le Brun: Las cuatro grandes batallas de Alejandro. Le Brun fundó la Real Academia, con la que ejerció una auténtica dictadura sobre el arte de la época. Otros pintores son Eustache le Sueur: Las musas, y Pierre Mignard, el retratista de moda, La Virgen del racimo.
El siglo XVIII es el del rococó en el que sobresale Jean Antoine Watteau, el gran pintor de escenas elegantes llenas de movimiento y color: Los Campos Elíseos, Fiestas de amor, La muestra de Gersaint. Otros pintores de estilo rococó son François Boucher: Diana saliendo del baño, Maurice Quentin de la Tour: El notario Laideguive, Simenon Charlin: Muchacha con el juego del bádminton, Hyancinthe Rigaud: retrato de Luis XIV, y Jean Honore Fragonard: El abate de Saint-Non.

La pintura barroca en Flandes

En Flandes domina el panorama la figura de Rubens, desarrollando una pintura aristocrática y religiosa, mientras que en Holanda, la pintura será burguesa, dominando los temas de paisaje, retratos y vida cotidiana, con la figura de Rembrant como su mejor exponente.
La tradición pictórica de Flandes es sobradamente conocida. Se centra en el gusto burgués por lo cotidiano y los detalles, y la exaltación de su modo de vida. En estos momentos de convulsiones religiosas en Europa, Flandes es defensora del catolicismo, mientras que Holanda lo será del protestantismo. Sin embargo, su pintura es decorativa, opulenta y hedonista.
Entre todos los pintores flamencos destaca Pieter Paul Rubens, que junto con Rémbrandt y Velázquez son los tres grandes genios del barroco y figuras clave en la historia del arte. Rúbens viaja por toda Europa en su condición de diplomático. Visita Italia, donde conoce la obra de Miguel Ángel y los eclécticos, y conocerá a Velázquez. En sus obras utiliza una pincelada muy amplia y un rico colorido. Sus formas son complicadas y opulentas y poseen un gran dinamismo. Tiene obras que glorifican a la Iglesia triunfante, como El descendimiento, o El levantamiento de la cruz, en las que la composición diagonal remarcan la teatralidad, pero junto a esas obras tiene escenas profanas, de temática mitológica, en las que utiliza el desnudo, como Las tres Gracias. Y por supuesto retratos: Duque de Lerma. Es un pintor muy vitalista. Otras obras suyas son: El juicio de París, La venus de tocador, y El rapto de las hijas de Leucipo.
Antonie van Dyck es otro de los grandes pintores flamencos: La coronación de espinas. Es alumno de Rúbens, y un gran retratista. En 1632 es pintor de cámara de Carlos I de Inglaterra, al que retrata. En su obra fija las características del retrato inglés, un tanto amanerado y refinado.
Jacobo Jordanes es el tercer gran pintor flamenco. Sus cuadros son más sobrios y con menos movimiento, sin embargo es el más humorístico de todos, como se puede ver en su cuadro de El rey bebe.
De los talleres flamencos salieron una serie de pintores que se dedicaron a pintar cuadros de género, de pequeño tamaño, para las casas de la burguesía, como Jan Brueghel de Velours, Adrian Brouwer, David Teniers el Joven, Frans Snyders y Paul de Vos. Pintaron temas de interior familiares, las tabernas y bodegones.

La pintura barroca en Holanda

Al contrario que Flandes, Holanda es la defensora del protestantismo y del triunfo de la burguesía. En el siglo XVII Holanda se coloca entre las grandes escuelas de la pintura con un marcado carácter nacional, gracias al desarrollo de la burguesía, que demandó gran cantidad de cuadros en los que se mostrase su estilo de vida. Presta atención al dibujo. Los colores son fríos, y el resultado es más realista que efectista. En realidad, el estilo está alejado del barroco, salvo en el caso de Rémbrandt. El tema preferido de los holandeses será el retrato, sobre todo el retrato colectivo, en el que aparecían los miembros de las corporaciones de hombres honrados. Utiliza temas de la vida real y cotidiana, escenas de interior, naturalezas muertas, paisajes y retratos, individuales y colectivos. Los acontecimientos más banales merecen la atención del pintor.
Frans Hals es el gran especialista, y creador, de los retratos colectivos, en los que con un gran detalle salen todas las gentes de bien. Utiliza tonos fríos y pinceladas planas pero vigorosas: La gitana, La bruja de Haarlem, Los arcabuceros de san Adrián, El banquete de los oficiales de san Jorge, Los regentes del hospicio de Santa Isabel.
Jan Vermeer de Delft es otro de los grandes pintores holandeses. Sus obras son tranquilas, calmadas, de interior, con figuras estáticas y una atmósfera intimista de ambiente burgués, aunque puede llegar a lo grotesco. En sus cuadros encontramos sencillez compositiva y escenarios realistas: La encajera, Mujer leyendo una carta, La muchacha del turbante.
Rembrandt es el gran pintor de la escuela holandesa. Rémbrandt es un pintor lleno de personalidad y uno de los grandes genios del arte. Sus obras respiran espiritualidad. Pinta retratos de la sociedad, y también a sí mismo, pero sus temas alcanzan a todos los campos de la pintura. Utiliza el claroscuro tenebrista de una manera muy acusada. También pinta temas religiosos, pero basados en el Antiguo Testamento. Es profundamente realista y pinta comportamientos humanos vulgares y paisajes melancólicos. Su ejecución es muy personal, usa espátulas y los dedos para extender la pintura, con lo que logra efectos de gran dramatismo. Sus obras más representativas son La lección de anatomía, La negación de san Pedro, Autorretrato, Betsabé y La ronda de noche.
Otros pintores son Peter Hooch, que nos muestra los edificios tanto por dentro como por fuera, las calles, las plazas y la vida ciudadana; Willem Claesz Heda y Jan van Huysum que pintan bodegones. Meindert Hobbema: La avenida Middelharnis; y Jacob van Ruysdael que pintan paisajes: El molino.
A pesar de los grandes pintores holandeses del siglo XVII, en el siglo XVIII la escuela pierde su prestigio, y no encontramos pintores de calidad internacional.

La pintura barroca en Inglaterra

Inglaterra apenas cuenta con pintores, debido a la conocida aversión icónica del anglicismo. Además, en el siglo XVII la presencia de Van Dyck anuló a los demás. Tras la muerte de Van Dyck, en 1641, destacó William Hogarth: La vendedora de camarones.
En el siglo XVIII aparecerán algunos buenos pintores de estilo rococó, como Joshua Reynolds, famoso por sus cuadros de niños: La edad de la inocencia, y Thomas Gainsborough: Lady Margaret.

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