Recopilado y resumido desde la revista Magazine (Suplemento del Mundo)
Danae y Júpiter, Tiziano, 1553-54
Tiziano nunca pisó la Corte española. A pesar de ser el pintor predilecto de Carlos V y de su hijo Felipe II, el veneciano siempre respondió a sus encargos sin moverse de Italia. Sin embargo, la relación entre el artista y este último monarca fue de lo más estrecha. Y no se limitó a una estricta ligazón de mecenazgo: las numerosas cartas que a lo largo de los últimos 25 años de la vida del pintor se cruzaron ambos atestiguan una amistad sincera, llena de guiños y confidencias. No sería de extrañar, por tanto, que el veneciano compartiera con el emperador algún secreto de alcoba, e incluso hubiese contribuido a satisfacer algún capricho real al alcance de su mano... o de su pincel.
En 1545, siendo todavía príncipe, Felipe II enviudó de su primera esposa, María Manuela de Portugal. Tenía 18 años y un implacable ardor sexual que le llevaba a vivir romances por doquier. Sin embargo, a raíz de la muerte de su esposa intensificó sus relaciones con una dama de la Corte a la que ya había conocido íntimamente en Toro antes de desposarse con la portuguesa. Se llamaba Isabel de Osorio y era hija de Pedro de Cartagena, a la sazón descendiente del judío converso burgalés Pablo de Santamaría, quien antes de abrazar el Cristianismo había sido gran rabino de la judería de Burgos con el nombre de Selemoh-Ha Leví.
Aunque sabía que su destino era una nueva esposa de otra casa real europea, el joven príncipe vivió ese romance con verdadera pasión. Hacia 1551, en una visita a Augsburgo, el futuro monarca coincidió con Tiziano, a quien encargó dos obras de carácter mitológico y rebosantes de erotismo y sensualidad. Se trataba de Diana y Júpiter y Venus y Adonis. Cuando, dos años después, Felipe II viaja a Londres para conocer a la que será su segunda esposa, María Tudor, con quien se casará en 1554, se lleva el primero de los cuadros; meses más tarde ordenará a Tiziano que el segundo le sea directamente enviado desde su taller de Venecia a la Corte británica.
¿Por qué tanto empecinamiento en aquellos cuadros? ¿Por qué esos y no otros? Existe la teoría de que Tiziano no se inspiró en modelos cualquiera. Que, a instancias del monarca, el pintor hizo de su Diana y de su Venus un retrato especial, correspondiendo el rostro de ambas diosas a Isabel de Osorio para, de esta manera, consolarse el rey en su contemplación a la espera de desposarse con la Tudor. Y más aún: afirman que en Venus y Adonis el rostro del hermoso dios no es otro que Felipe II, que por entonces, al igual que el modelo del cuadro, tenía una casi imperceptible pelusilla como bigote y barba.
isabel en Burgos. Dos años después del segundo casamiento del rey, Isabel de Osorio sigue manteniendo una apasionada relación con Felipe II, quien le avalará una de sus empresas más ambiciosas. Así, en 1556, la dama hereda una enorme finca cerca de Burgos, en la vega del río Ausines, entre Olmo Salbos, Cojóbar, Saldaña y Sarracín. Sabedora de que su amor por el rey nunca podrá ser pleno, tiene pensado aislarse y concibe la construcción de un palacio señorial en el que pueda vivir tranquilamente. Y decide comprar al Consejo de Haciendo la jurisdicción civil y criminal de toda esa zona. Esa decisión fue el origen de un encarnizado encontronazo entre la amante del rey y los lugareños, toda vez que los celosos guardas de la finca de la Osorio multaban, detenían e incluso encarcelaban a quienes pescaban o cazaban en sus dominios.
Con saña desmedida, y aunque años después la Real Chancillería le diera la razón a Isabel Osorio en este contencioso, los vecinos del entorno empezaron a injuriarla. Cuando en 1560 queda levantado el impresionante palacio, ya es conocido como la ‘Casa de la puta del Rey’. Al parecer, los chismes de la Corte no tardaron en avecindarse en Saldañuela, y más aún cuando se corrió el rumor de que el mismísimo Felipe II, a través del tesorero real, había financiado la construcción del palacete con 6.800 ducados. Llegó comparársela con la princesa de Éboli.
Una obra espectacular. El palacio se construyó muy rápidamente. Al igual que la catedral de Burgos, se edificó con piedra caliza de las canteras de Hontoria. Aunque se desconoce el nombre de su arquitecto -¿Juan Vallejo, Diego de Siloe?- el palacio se hizo al gusto italianizante. Hoy es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil del Renacimiento en Burgos. El pórtico de la fachada principal, con seis columnas cilíndricas y capiteles corintios sobre el que hay una galería de arcos y una balaustrada de piedra es un ejemplo armónico que revela una exquisita elegancia.
Entre sus muros vivió y murió, soltera por aquel amor imposible y mientras veía cómo su monarca se casaba dos veces más, Isabel de Osorio. Algunos historiadores aseguran que tuvo dos hijos con Felipe II: Bernardino y Pedro, pero jamás fueron reconocidos como bastardos. Fue enterrada en su finca burgalesa. Si es cierta la tesis de que su rostro es el de las diosas Venus y Diana, ambos cuadros de Tiziano pueden admirarse en el Museo del Prado. Al palacio de Saldañuela ya casi nadie lo conoce como la ‘Casa de la puta del Rey’.
En 1545, siendo todavía príncipe, Felipe II enviudó de su primera esposa, María Manuela de Portugal. Tenía 18 años y un implacable ardor sexual que le llevaba a vivir romances por doquier. Sin embargo, a raíz de la muerte de su esposa intensificó sus relaciones con una dama de la Corte a la que ya había conocido íntimamente en Toro antes de desposarse con la portuguesa. Se llamaba Isabel de Osorio y era hija de Pedro de Cartagena, a la sazón descendiente del judío converso burgalés Pablo de Santamaría, quien antes de abrazar el Cristianismo había sido gran rabino de la judería de Burgos con el nombre de Selemoh-Ha Leví.
Aunque sabía que su destino era una nueva esposa de otra casa real europea, el joven príncipe vivió ese romance con verdadera pasión. Hacia 1551, en una visita a Augsburgo, el futuro monarca coincidió con Tiziano, a quien encargó dos obras de carácter mitológico y rebosantes de erotismo y sensualidad. Se trataba de Diana y Júpiter y Venus y Adonis. Cuando, dos años después, Felipe II viaja a Londres para conocer a la que será su segunda esposa, María Tudor, con quien se casará en 1554, se lleva el primero de los cuadros; meses más tarde ordenará a Tiziano que el segundo le sea directamente enviado desde su taller de Venecia a la Corte británica.
¿Por qué tanto empecinamiento en aquellos cuadros? ¿Por qué esos y no otros? Existe la teoría de que Tiziano no se inspiró en modelos cualquiera. Que, a instancias del monarca, el pintor hizo de su Diana y de su Venus un retrato especial, correspondiendo el rostro de ambas diosas a Isabel de Osorio para, de esta manera, consolarse el rey en su contemplación a la espera de desposarse con la Tudor. Y más aún: afirman que en Venus y Adonis el rostro del hermoso dios no es otro que Felipe II, que por entonces, al igual que el modelo del cuadro, tenía una casi imperceptible pelusilla como bigote y barba.
isabel en Burgos. Dos años después del segundo casamiento del rey, Isabel de Osorio sigue manteniendo una apasionada relación con Felipe II, quien le avalará una de sus empresas más ambiciosas. Así, en 1556, la dama hereda una enorme finca cerca de Burgos, en la vega del río Ausines, entre Olmo Salbos, Cojóbar, Saldaña y Sarracín. Sabedora de que su amor por el rey nunca podrá ser pleno, tiene pensado aislarse y concibe la construcción de un palacio señorial en el que pueda vivir tranquilamente. Y decide comprar al Consejo de Haciendo la jurisdicción civil y criminal de toda esa zona. Esa decisión fue el origen de un encarnizado encontronazo entre la amante del rey y los lugareños, toda vez que los celosos guardas de la finca de la Osorio multaban, detenían e incluso encarcelaban a quienes pescaban o cazaban en sus dominios.
Con saña desmedida, y aunque años después la Real Chancillería le diera la razón a Isabel Osorio en este contencioso, los vecinos del entorno empezaron a injuriarla. Cuando en 1560 queda levantado el impresionante palacio, ya es conocido como la ‘Casa de la puta del Rey’. Al parecer, los chismes de la Corte no tardaron en avecindarse en Saldañuela, y más aún cuando se corrió el rumor de que el mismísimo Felipe II, a través del tesorero real, había financiado la construcción del palacete con 6.800 ducados. Llegó comparársela con la princesa de Éboli.
Una obra espectacular. El palacio se construyó muy rápidamente. Al igual que la catedral de Burgos, se edificó con piedra caliza de las canteras de Hontoria. Aunque se desconoce el nombre de su arquitecto -¿Juan Vallejo, Diego de Siloe?- el palacio se hizo al gusto italianizante. Hoy es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil del Renacimiento en Burgos. El pórtico de la fachada principal, con seis columnas cilíndricas y capiteles corintios sobre el que hay una galería de arcos y una balaustrada de piedra es un ejemplo armónico que revela una exquisita elegancia.
Entre sus muros vivió y murió, soltera por aquel amor imposible y mientras veía cómo su monarca se casaba dos veces más, Isabel de Osorio. Algunos historiadores aseguran que tuvo dos hijos con Felipe II: Bernardino y Pedro, pero jamás fueron reconocidos como bastardos. Fue enterrada en su finca burgalesa. Si es cierta la tesis de que su rostro es el de las diosas Venus y Diana, ambos cuadros de Tiziano pueden admirarse en el Museo del Prado. Al palacio de Saldañuela ya casi nadie lo conoce como la ‘Casa de la puta del Rey’.
Venus y Adonis, obra del artista Tiziano. Museo del Prado.
Danae y Júpiter, Tiziano, 1553-54
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