Combate librado el 10 de agosto de 1557 entre los ejércitos españoles e imperiales, al mando de Manuel Filiberto de Saboya, y las tropas francesas del almirante Gaspar de Coligny. En la batalla, que tuvo lugar junto a la fortaleza de San Quintín y finalizó con la victoria hispano-imperial, murieron el conde de Turena y el duque de Enghien. Después de ella, el soberano español, Felipe II, se limitó a ordenar el sitio de la plaza, que se rindió 17 días más tarde.
La batalla de San Quintín se enmarca en el último periodo del enfrentamiento entre las casas de Habsburgo y de Valois, conflicto que el nuevo rey de España recibió como parte de la herencia de la política internacional de su padre, el emperador Carlos V. La quinta guerra de este largo conflicto tuvo su inicio en las disputas políticas y jurisdiccionales entre la Monarquía Hispánica y el papa Pablo IV. El rey francés, Enrique II, encontró en ellas la ocasión de aliarse con el Papado y de volver a cuestionar la hegemonía de los Habsburgo en Europa.
Resultado final
Sumando a las bajas en combate la matanza de huidos, que fue muy considerable, se calcula que el ejército francés perdió unos 6.000 hombres, resultando prisioneros 6.000 más. Entre éstos destacaban casi un millar de nobles, incluyendo al propio Montmorency, entre los cuales se hallaban los duques de Montpensier y de Longueville, el príncipe de Mantua y el mariscal de Saint André. Fueron capturadas más de 50 banderas y toda la artillería. Los 5.000 mercenarios alemanes que se habían rendido fueron repatriados a cambio del juramento de no servir nuevamente bajo banderas francesas por un período provisional de seis meses. Las fuerzas de Felipe II apenas sufrieron mil bajas entre muertos y heridos.
Al conocer el resultado de San Quintín, Felipe II informó a toda su familia y decidió celebrar la victoria ordenando la construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Fue dedicado a san Lorenzo, santo del día de la victoria. Seguidamente se acercó a felicitar al duque de Saboya, y -contra su opinión- decidió no atacar directamente París hasta no haber tomado la ciudad de San Quintín, aún en manos francesas. Los sitiados resistieron hasta el 27 de agosto, cuando una columna española, otra flamenca y una tercera inglesa asaltaron -con un duro cañoneo- varias brechas abiertas en la muralla. Los asaltantes pasaron a cuchillo a gran parte de la guarnición y capturaron también al almirante Coligny con varios nobles más. Felipe II dejó como guarnición al conde de Abresfem con 4.000 alemanes, regresando a Bruselas para la reunión de los Estados Generales.
En 1558 las tropas españolas volvieron a vencer a las francesas en la batalla de Gravelinas, forzando a Francia a firmar la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Cabe señalar que en esta batalla tuvo un importante papel el jefe de la artillería española: el militar flamenco Lamoral, conde de Egmont, que en 1568 fue ejecutado en Bruselas acusado de rebelión por el Tribunal de los Tumultos, fundado por el militar español Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba.
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